domingo, 25 de enero de 2009

Complejo de Medea


Situación patológica que padecen madres denominándose “Síndrome de Medea", donde debe incluirse no sólo el abandono y el daño físico, sino también las agresiones psicofísicas o afectivo-emocionales o el daño social, económico e incluso la muerte que, en ocasiones, puedan recibir los hijos de padres separados.

El ’Síndrome de Medea’, que hace referencia a la tragedia griega sólo sirve como una cosa explicativa, pero no es una patología ni un criterio diagnóstico. Simplemente uno puede decir que le pasó lo mismo que a Medea: En una celotipia patológica, cometió parricidio con sus hijos".

Entendamos que también hay sujetos femeninos que identifican la feminidad fundamentalmente con la maternidad y que refuerzan esta identificación desde el reconocimiento del otro. El homicidio del propio hijo representa (más allá de la venganza) la destrucción de lo que simbolizaba el vínculo de unión con su compañero, que la sostenía desde la palabra de amor como mujer y como madre.

Sabemos que las separaciones traumáticas en casos muy concretos desencadenan un estado depresivo que, a veces, impide al propio sujeto demandar un tratamiento a tiempo, ya que desde la desesperación no se contempla la posibilidad de encontrar una solución.

El complejo de Medea, nace de la mitología griega, Medea hechicera, hija de Eetes, rey de Cólquida. Cuando el héroe Jasón, al frente de los Argonautas, llegó a Cólquida en busca del vellocino de oro, Medea se enamoró desesperadamente de él. A cambio de la promesa de Jasón de una fidelidad duradera y de llevarla a Grecia con él, se sirvió de sus poderes mágicos para permitirle engañar a su padre y obtener el vellocino. Medea zarpó entonces de Cólquida con Jasón, llevándose a Apsirto, su joven hermano, con ella.

Para escapar de la persecución de Eetes, Medea mató a Apsirto y dispersó sus restos en el mar. El rey se detuvo a recogerlos y la demora permitió escapar a Jasón y a su grupo. En otra leyenda, es Jasón quien mata a Apsirto después de que Eetes lo envía en persecución de los fugitivos.

Cuando Jasón y Medea llegaron a Grecia, supieron que Pelias, el malvado tío de Jasón, había sido responsable de la muerte de los padres del héroe. Para vengar sus muertes, Jasón pidió una vez más a Medea que lo ayudara con su magia. Complaciente siempre a sus deseos, la hechicera consiguió la muerte de Pelias mediante una astuta estratagema.

Les dijo a sus hijas que sabía cómo ellas podían hacer que su anciano padre recuperara la juventud y, para demostrarlo, descuartizó a una oveja de muchos años y puso los trozos a hervir. Después, soltó a un cordero joven, encantador y juguetón, que surgió de la caldera de agua caliente. Las hijas se convencieron de que podían rejuvenecer de manera semejante a su padre. Así, después de darle Medea a Pelias un poderoso narcótico, las hijas se dispusieron a cortarlo en pedazos, pero Medea desapareció sin decir las palabras mágicas que le habrían devuelto la vida.

Después de esto, Jasón y Medea zarparon hacia Corinto, donde tuvieron dos hijos. Vivieron felices hasta que Jasón se enamoró de la hija del rey Creonte. Le promete a esta matrimonio.

Para vengarse, Medea mató a su rival enviándole un vestido envenenado (un vestido de bodas que la consumió en llamas).

Temiendo que Jasón intentara vengar la muerte de su novia, daño a sus hijos, ella los mató.

Medea escapó de la ira de Jasón abandonando Corinto en un carro alado en dirección a Atenas.

Allí logró gran influencia sobre el rey Egeo. Gracias a sus poderes como maga, se dio cuenta de que Egeo era, sin saberlo, el padre de Teseo, un joven héroe que en ese momento llegaba a Atenas.

Ella no deseaba que su influencia sobre Egeo se viera afectada por la aparición de un hijo, así que tramó con Egeo invitar a Teseo a un banquete y le dio un vaso con una bebida envenenada. Egeo voluntariamente conspiró con ella por miedo a que los atenienses prefirieran al popular y joven héroe antes que a él y quisieran colocar a Teseo en el trono.

Afortunadamente, Teseo le hizo saber que era su hijo y Egeo arrojó el vaso con veneno. Medea escapó de la ira de Egeo y se fue a Asia.



Pasión de Medea

Nos equivocaríamos si, al leer Medea de Eurípides, redujéramos la cuestión al síndrome que lleva su nombre. Claro que está presente, tal como resulta del diálogo entre el coro y Medea:
Corifeo: ¿Entonces a tu prole, mujer, vas a matar?
Medea: Sí, porque es lo que más dolerá a mi marido.
Corifeo: Pero infelicidad suma en ello te causas.
Medea: ¡Ea! Sobran ya todas las palabras inútiles. ¡Vamos, pues!

Pero lo más interesante es el monólogo final de la tragedia, cuando Medea decide dar muerte a sus hijos. Se muestra arrepentida: ya no quiere matarlos. Después lamenta su falta de valor, reacciona. Parece que va a decidir su perdón, pero al final se decide a matarlos.

La última parte del monólogo dice: “No temblará mi mano. ¡Ah! ¡No hagas eso, corazón mío! ¡Deja a tus hijos, miserable! ¡Perdónalos! Allá te servirán de alegría, si viven. No, ¡por los vengadores subterráneos del Hades! Jamás dejaré mis hijos a mis enemigos para que los ultrajen. Es absolutamente necesario que mueran. Y puesto que es preciso, los mataré yo, que los he parido. Así está decidido y así se hará”.

El monólogo muestra que los hijos son suyos, son objetos de la madre, y ella puede hacer con ellos lo que quiere. Son tan suyos que finalmente se decide a matarlos para que no sean presos del enemigo, es decir, que les da la muerte por su bien.
Como conclusión de la obra, hablará el coro.

Corifeo: “Muchas cosas el Zeus del Olimpo gobierna; lo que cumplen los dioses prever no se puede. Lo esperado no dejan que llegue a su fin, consiguen que se haga real lo imposible. Así en esta historia ocurrió”.

Los dioses consiguen que se haga real lo imposible. Tal vez el filicidio sea un modo de concluir aquello que es imposible: poseer al hijo como objeto.

Finalmente señalamos una frase que, en la obra de Eurípides, pronuncia el mensajero, apenas antes de que la tragedia se cumpla:

Mensajero: “No hay de los humanos nadie que feliz sea: uno puede tener más suerte que los otros si le afluyen los éxitos, pero eso no es la dicha”.

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